Buenas bloggunos, ¿cómo estáis? Yo bien, pensando en cómo van mis vacaciones hasta ahora, y viendo que se me acabará el rollo en breve, pero bueno. No me preocupa, porque hasta ahora no he tenido unas vacaciones digamos... idílicas.
Decidimos entre toda la familia ir al norte de España (qué coño, lo decidió mi madre que es la que lleva la voz cantante). Pensamos: ¿por qué no? Seguro que en agosto estará menos atosigado de gente... que inocentes.
Pues bien, como conté en mi última y fugaz aparición en el blog viajé a Cantabria, región que os recomiendo visitar siempre y cuando vayáis sin mí. Porque no sé cómo lo hago pero tengo la increíble capacidad de atraer los tifones y huracanes tropicales allá donde quiera que vaya. Yo soy la "B" de borrasca en los mapas del tiempo, comprobado.
Nos hospedamos en un hotel de Suances, un pueblo costero bastante interesante con unas playas fantásticas, como son todas las de Cantabria. Lo malo era la habitación: estaba en un piso del hotel que era como un desván, con esos techos que gradualmente se van haciendo más bajos hasta llegar a un momento en el que te conviertes en la alcayata humana. Aún recuerdo esas mañanas cuando me levantaba y me daba una hostia con el techo de los cojones porque la puerta del cuarto de baño estaba en la parte más pequeña (el sentido del humor del arquitecto). Además tenía que compartir cama con mi hermana. No me interpretéis mal, pero es que me quita la sábana y me da patadas como si me odiara mientras dice cosas raras, y todo eso durmiendo, pues coño acojona.
Entonces comenzó a llover. Días más tarde nos fuimos a la tierra de Melendi y el Sr. Apio (aquí podéis verle entre neumáticos) o "Soy un soso en todos los sentidos". La borrasca me siguió hasta Oviedo, por lo tanto los cántabros pudieron disfrutar de un buen día. El hotel no estaba mal, tenía dos camas, y el cuarto de baño era modernísimo. Las paredes eran casi todas espejos y la ducha tenía un mecanismo que aún no sé cómo funciona. No podías saber de dónde iba a salir en chorro de agua porque eso tenía setecientos botones inútiles para regular la presión, el tipo de chorro... y lo peor es que si te pasabas un pelo podías ducharte en magma volcánico y morir achicharrada vilmente. En ese momento de desasosiego pensé en la ducha con monomando, ése que odié porque siempre he sido una negada para regular la temperatura del agua, y que en ese instante añoraba.
También recuerdo cómo la lluvia nos jodió todo el viaje, por lo tanto teníamos que quedarnos más tiempo que el previsto en el hotel, por lo que descubrimos maravillas de la tecnología como la persiana eléctrica que se quedó atrancada a más de la mitad y nos tiramos la estancia sin ver una mierda, como la minitele de la marca Radiola (dios, ¿cuántos años tendría la tele?).... Cuando la ví pensé, a lo mejor puedo ver así anuncios de la Mirinda o aceitunas "La Española", pero no, no resultó ser una ventana mágica al pasado (pese a que siguen emitiendo Heidi). Y ese techo hecho de plachas de maderas que al cerrar la puerta se descolgaban amenazando tu vida seriamente...
De Oviedo recuerdo los bares, mayormente sidrerías, donde entrabas y el pestazo a la bebida se hacía demasiado presente. Y a los escanciadores de sidra (para los que no leen demasiado: gente que echa la sidra en el vaso desde muy alto para que sepa mejor).
Es curioso ver cómo lo hacen, pero más curioso es ver a los que no tienen ni puta idea intentando que entre algo en el vaso. Su táctica es ésta: primero vacían media botella en el suelo y cuando al rato tienen fijada la trayectoria que va a seguir el chorro ponen el vaso debajo, porque ellos van sobre seguro. Ellos no van a arriesgarse haciéndolo sin mirar para mancharse la mano.
También existe otra variante en la que el escanciador mira a un punto lejano en el infinito y se pone perdido de sidra hasta los ojos, cada mesa tiene un socorrista por si se ahoga alguien... Realmente se podrían clasificar en muchos más tipos, pero tampoco me había ido allí a realizar un estudio, y nadie me iba a pagar por hacerlo, así que dejo el tema abierto y si alguna universidad de prestigio quiere investigarlo que hablen conmigo.
En el viaje de vuelta hacia el sur me tiré todo el día en el coche, con el nubarrón detrás nuestra a una distancia prudencial, para disimular. Pero a mí no me engañaba: cuando parábamos a comer lo veía en el pronóstico del tiempo bajando por la Autovía del Sur a la altura de Toledo, justo como nosotros. Si todavía no me creéis, creedme porque me siguió hasta Almería, donde no llueve ni de coña, de hecho es un desierto. Pues aquí esta la nube hija de puta, no ha estado en años aquí y ahora se va a poner a llover en Almería... no me digáis que no es sospechoso, joder.
Pues aquí estoy pasando los últimos días de agosto con la familia de aquí, con la nube y con el nuevo perro de mi tía. Realmente es una mierdecilla de perro, como una mini-ratita cagona que rompe todo lo que se le cruza en su camino. No penséis que no me gustan los perros, si me encantan, pero una no se puede mostrar indiferente si se cruza en el salón con mi ropa interior delante de mis tíos y mis primos, es que hasta ahí podría llegar el perro de...
Mierda, se me hace tarde. Tengo que dejaros bloggunitos, pero tranquis porque a partir de ahora puede, solo puede, que publique más a menudo, pero no os prometo nada porque todavia no tengo mi ordenador cerca y dependo de ordenadores solo un poco mas modernos que el abaco (y os prometo que tambien encontrare la manera de poner las tildes en este puto teclado).
Un saludo de Bayana.
2 comentarios:
jajajaja q me he reido con la nube!!! q bien que hayas ido al norte, tiene pinta de ser mu bonito, con las ganicas q tengo de ir jeje. Disfruta de tus ultimos dias de vacaciones y sigue escribiendo!!!
chao chaooo
Me he divertido mucho con tu relato de las vacaciones Bayana!!
Asi que eres tu la que has sacado a pasear esa nube por toda España!!
Espero que termines tus vacaciones con algo más que borrascas!!
Chauuuu.
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